Carretera y Manta. Magia y reflexiones


Lunes 9 de julio. 
Boadilla del Monte-Medinaceli

Pernocta: área de autocaravanas de Medinaceli (41.171484; -2.431393)

Así a primeros de julio me tomé unos días de vacaciones que sumados a los fines de semana hacían un total de 16 y el lunes día 9 de julio pusimos rumbo norte para dormir en Medinaceli, a unos 200 kilómetros de Madrid. Eliminábamos unos pocos  y podíamos descansar fresquitos,  así que con mucha tranquilidad, casi por primera vez en nuestros años de viajes estivales, salimos sobre las 18 para unas dos horas después dormir  a escasos metros de la mirada atenta del arco romano que lleva dos mil años contemplando impertérrito esta interminable llanura castellana.


Dedicamos unos minutos a recorrer sus calles, una vez más, y conseguimos resistir la tentación de comprar esos almendrados con miel que hacen las monjitas del convento de clausura y que son una auténtica delicia, pero una bomba calórica que ya, no nos podemos permitir.

Y como no deseo renunciar a mis reflexiones porque en cierta manera esto no deja de ser una especie de terapia, y tampoco quiero aburrir a nadie con algo que posiblemente no le importe, he decidido destacar del relato esas reflexiones para que los que no deseen leerlas vayan a aquello que les interesa.

Y este viaje fue algo a “tres” –o cuatro, si cuento a la peluda- porque me encaminaba también a un lugar donde un amigo había residido durante tres años y pensé que ahora, lejos de su casa en un lugar inhóspito y con una enorme responsabilidad,  el  “traerle” de regreso aquí, aunque fuera de esta forma tan atípica, podría distraerlo algo. Así que, pese a la razón, prioricé, una vez más, al corazón   y decidí “llevarle conmigo”. Y aún dudo de si cumplí mi objetivo o no,  pero creo que debo de seguir ejercitando eso de “decir y hacer lo que pienso y a ver qué pasa” siendo coherente conmigo misma  y sin perder de vista las consecuencias y los riesgos que mis decisiones y actos causen o puedan causar. 

Y la noche extendió su manto oscuro y nos rodeó, poco a poco. El parabrisas se abría a un horizonte que abarcaba la gran extensión de la llanura castellana. Los grillos rompían el silencio de la creciente oscuridad. Hacia un lado las lucecillas iluminaban las vetustas paredes de las casas solariegas; al otro luces titilantes en la lejanía marcaban la posición de alguno de esos gigantescos molinos de viento del siglo XX.

Me gusta este sitio, transmite mucha serenidad. Siempre vuelvo. Parece que en contra de la opinión del poeta, yo siempre quiero regresar a los lugares donde un día fui feliz. Y es que aquí pasamos alguna que otra noche de camino hacia nuestras deseadas vacaciones con nuestros hijos, cuando entonces  éramos cuatro. Aquí  también hicimos una noche con Neus y Ramon en una breve escapada a estas tierras sorianas.

Pero la primera vez que anduve por estos parajes creo que rozaría los 17 o 18 años con una excursión organizada para los profesores que impartían desinteresadamente clases nocturnas a adultos en “La campana” una parroquia del barrio obrero de Carabanchel, el mío, y que por aquel entonces, donde los tiempos andaban revueltos y olían ya a cambio, tenía fama de “roja”. Por allí cayó alguna vez el “viejo profesor” don Enrique Tierno Galván antes de la llegada de la democracia. ¡Madre mía!, me hago vieja y cuento ya batallitas de “abuela cebolleta”. Pero esta es mi historia, mi relato y hace ya tiempo que principalmente escribo para mí.

Bueno, entonces yo era novia de Angel, del que todavía comparte mi camino desde hace ya la friolera de 41 años, que impartía clases mientras estudiaba biología. Yo...yo no me enteraba de lo que pasaba a mi alrededor, y supongo que Angel tampoco era muy consciente de lo que se estaba ya cociendo.

Resumiendo: que Medinaceli está ligada a mí de una manera u otra desde casi mi adolescencia y por ella he pasado en distintas fases de mi vida.

Rompiendo nuestra costumbre, no nos fuimos muy pronto a la cama y nos demoramos “guasapeando”.

A las 5 de la mañana Angel comenzó a quejarse frío y buscó una manta. Nos parecía mentira.


Martes 10 de Julio. Reflexiones.

Medinaceli-Seo de Urgel-Andorra la Vella
Pernocta: área de River. Andorra (42.453481; 1.486470)

Mañana clara y luminosa. Desayunamos y nos acercamos a la panadería que localizamos ayer. Y...¡no abrían hasta las 10!.  El pan metido en las cestas, tres personas pululando por allí, y ninguna nos vendió pan, limitándose a decirnos que hasta las 10, no.  Así que algo perplejos pusimos rumbo a La Seo de Urgel, a su catedral, parada 20 kilómetros antes de nuestro destino de hoy: Andorra y el circo del sol.

Mientras escucho la oreja de Van Gogh atravesamos las llanuras del desierto de los Monegros. Esta desolación de tierra ocre, gris, casi quemada por el sol, es rota por manchas de color verde que pintan grandes extensiones cultivadas de maiz, o alfalfa o lo que parecen patatas y que son regadas por aspersores que escupen agua por todos los lados. Sorprendente contraste. ¡Qué país este!.

Pasamos por debajo del arco que señala el paso del meridiano de Greenwich y la aparente desolación de esta inmensa planicie desnuda no deja de acompañarnos.

Y sigo con mis ahora tristes reflexiones:

Hace 3 años que no veníamos por aquí. Me parece mucho tiempo, y no es nada. Pero es que en estos tres años mi vida se ha puesto patas arriba.

Hace tan solo 3 años tenía a mi padre, enfermo ya, pero estaba, y también estaba mi madre, sólida, fuerte, sustentándonos a todos, reuniéndonos a todos en torno suyo.

Ahora ninguno de los dos están. Han pasado 3 años y no pasa un solo día en que no los recuerde.

Hace 3 años y 2 meses tuve que decirle a mi madre que mi padre se moría y tan solo 3 meses después, a mi padre, que era mi madre la que se iba, sacándolo en medio de la noche para que pudiera darla lo que posiblemente sería su último adiós, como así fue. Un duro zarpazo que si bien me ha hecho tambalear, no ha conseguido derribarme. Y a ella, a mi madre, se lo debo y a los míos, también.

Después,...se independizó uno de nuestros hijos, el mayor y el otro anda más o menos por ahí, más tiempo fuera que dentro, más con su compañera que con nosotros. Uno ha volado y el otro agita sus alas.

En solo 3 años hemos pasado de ser 6, a 2.

Pero la vida no se detuvo y ahora, aunque he tenido que asumir en parte el papel de mi madre, que confieso que me viene muy grande, somos 6 una vez más, con sus luces y sombras, provisional o definitivo, en parte o en todo, pero 6 al fin y al cabo y por el momento.

No puedo dejar de pensar y necesito en parte escribir algo que aprendí en los 9 meses que duró la enfermedad terminal de mi padre y su tremenda soledad. Poca gente estuvo conmigo. Y es que estamos acompañados solo por momentos. Vivimos en una sociedad cada vez más hedonista  y poco empática donde nos motiva la obtención de placer y sin demora, y no queremos que el dolor, la enfermedad o la soledad que vemos a nuestro alrededor nos desvíen de este fin.

Si nos toca a nosotros, no tenemos más que asumirlo -algunos- pero si toca a otros, nos acercamos, damos una palmadita y rápido regresamos a nuestra burbuja de bienestar, en el mejor de los casos, o a lidiar con nuestros propios problemas. Lo contemplamos desde lejos. Hemos pasado de venir a este mundo a sufrir, al lado opuesto, a estar aquí para disfrutar. Y si bien soy de la segunda opinión, creo que esto mismo nos hace olvidar y rechazar de forma más o menos inconsciente a aquellos que por un motivo u otro padecen dolor, angustia, soledad o enfermedad.

Así somos capaces de estar un rato, un tiempo, pero no más. Y nueve meses...era mucho. A veces me sentía como una "apestada", como si lo que estaba viviendo pudiera ser contagioso. Alguien me dijo una vez que "destilaba mucha angustia". No pude responder que qué quería que destilara si acababa de enterrar a mi madre y mi padre se moría...solo. No tuve fuerzas. Tenía que ahorrarlas. 

Así que a excepción de mi familia más cercana, y dos o tres personas, me encontré más bien sola llevando esta inmensa carga que comenzó a hundirme los hombros, que me empujaba al interior de una oscura cueva de la que saldría con mucha dificultad si me adentraba en ella.

Y aproveché la ayuda profesional que me brindaron apoyándome en personas que trabajaban a diario con el dolor que supone la certeza de la muerte, para que mirarlo de frente no me hundiera. Nunca podré agradecer a TODO el equipo de paliativos, Irene, Marta y Ana ( Médica, enfermera y psicóloga) todo el cariño y apoyo que me brindaron. Solo así pude coger la mano de mi padre  al que sin yo saberlo, le quedaban solo horas de vida y ante su súplica de que le ayudara a irse, que me daba permiso para ello, pude decirle serenamente que si bien él sabía que yo no podía hacerlo, sí le prometía que no iba a sufrir. Y creo que lo cumplí. Todavía recuerdo sus ojos en los míos, su mirada triste, pero profunda, cansada, muy cansada y mi casi incompresible tranquilidad. Creo que hasta ese momento conseguimos protegerle de que supiera la verdad sobre su inminente final.

Y otro sentimiento me invade con una fuerza extraordinaria cuando recuerdo esas horas: y es que no permito que nadie, nadie que no haya pasado por algo similar, opine contra  la eutanasia o en contra de una muerte digna. Si lo ha vivido, respeto únicamente su derecho a discrepar, si no, ni siquiera eso.

Y en estas tristes reflexiones llegamos a la hora de comer a La Seo de Urgel, al area de autocaravanas donde cobijados bajo la escasa sombra de un sauce comimos y descansamos  para después acercarnos a visitar su catedral de la que nos separaban escasos 200 metros.


Dadas las circunstancias bélicas de la zona es un templo-fortaleza, es decir con claras connotaciones militares. De estilo románico, tiene influencias lombardas y características propias del románico catalán.

Accedemos primero a  su hermoso claustro románico del que se conservan tres de sus lados. Elegante sobrio, armonioso...como toda la edificación.

Del siglo XIII y planta cuadrangular irregular, en el XVII se reconstruyó uno de sus  lados perdiendo el románico  que se conservó en los tres restantes.  Arcos de medio punto se abren al espacio interior sustentados por medio centenar de  columnas con sus capiteles de granito decorados con motivos vegetales o figurativos con formas humanas, de animales, antropomórficas, etc., y todos distintos. 

Visitamos brevemente el museo donde destaca una colección de vírgenes románicas policromadas, para terminar en la catedral, inmensa y que nada o poco tiene que ver con el románico del resto de nuestro país. Altas naves, esbeltas, y algo más luminosas distinguen el románico catalán del castellano o del de otros rincones de la península.

Y por la Seo, nos dejamos perder un poco por las atractivas y singulares calles de la ciudad que a estas horas dormitaba bajo el calor estival, para terminar rodeando la catedral en la que especialmente destaca su ábside central semicircular que en su parte superior presenta arcos de medio punto

Regresamos y rumbo a Andorra y Angel me hizo cambiar los planes. Yo pensaba quedarme en el área del centro comercial River hasta las 19 horas dedicando el tiempo  hasta que llegara la hora a comprar algo, leer o descansar. Pero me sugirió que deberíamos subir al aparcamiento que la ciudad había habilitado para autocaravanas en el centro de Andorra a ver como estaba y no esperar hasta el último momento, así que decidí hacer lo que sugería.

Y localizamos el aparcamiento, estupendamente bien situado pero sin información  de cómo pagar, ni de tasas, ni de si estaba permitido el estacionamiento para autocaravanas. Usamos el telefonillo y nos informaron del precio,  2,60€/hora. En total, tendríamos que abonar unos 12 euros. Nos pareció caro así que a pesar de su estupenda situación, nos dirigimos al estacionamiento  en el que tres años atrás habíamos estado, más alejado que éste de la carpa,  pero la temperatura era muy agradable y el paseo hacia ella lo sería también.  Así que aquí estamos (42.503572; 1.519872). Después del espectáculo, bajaremos al area de River a dormir.

11 de julio, Usell. Rumbo al Norte

Andorra-Usell
Camping municipal de Usell: (45.547618; 2.284343).

Hemos tenido que variar el destino de hoy por otro un poco menos ambicioso y es que cuando hemos querido salir de Andorra eran pasadas las 10,30 que sumado a subir y bajar Envalira, pese a haber utilizado el túnel, ha retrasado mucho nuestro recorrido previsto.

La magia del circo del sol

Ayer al margen de la lluvia que prácticamente nos acompañó los 30 minutos que tardamos en llegar al parquin central donde estaba instalada la carpa del circo del sol, mencionar que el espectáculo Diva tuvo sus luces y sus sombras.
En primer lugar, el escenario estaba descentrado y no coincidía con el plano que había cuando compramos las entradas, así que nos encontramos desplazados hacia la izquierda.

También, si bien el hecho de que todo estuviera bajo una gran carpa asegura poder disfrutar el espectáculo pese a posibles inclemencias meteorológicas, también lo es que esto mismo resta encanto. Todavía recuerdo la primera vez hace tres años como la brisa nos acariciaba de vez en cuando mientras que disfrutábamos de la magia de este circo siempre tan especial.

Y por último, señalar que la mala educación de algunos va en aumento: gente que llegó tarde interrumpiendo y distrayendo, niños llorando, y una madre paseando escaleras arriba y abajo a un bebe limitando  la visibilidad a los espectadores cada vez que pasaba. No quiero pensar que el precio de las entradas de gradas (20 euros), frente a los precios que tiene este circo en representaciones normales (mínima 60€), pueda ser responsable de este tipo de comportamientos de una manera más o menos indirecta, pero es significativo que esto mismo que describo no ocurra, ni por asomo, en los espectáculos que tiene en Madrid u otras ciudades. A lo mejor me vuelvo una vieja gruñona. Vamos, que si me toca la lotería, me compro una isla desierta para no tener que aguantar a nadie.
Salvando esto, quizás el espectáculo de este verano sea el que menos me ha llegado de los cuatro que ya  he disfrutado, dos de ellos aquí. 

Lo mejor, la música, clásicos del siglo pasado que permanecen aún frescos en mi memoria con una soberbia interpretación, como siempre, pero algunos números me resultaron algo flojos.

De regreso y nada más llegar a la autocaravana, rompió a llover y con mucha fuerza, tanta que dificultaba la visibilidad. Entre que no estoy acostumbrada a conducir por la noche y la que caía, llegar al área de River se me hizo algo penoso y eso que tan solo estábamos a diez minutos.

Y cuando llegamos…la sorpresa: un mar de techos de autocaravanas inundaba  el aparcamiento, tanto que casi llegué a pensar que podríamos no tener sitio. Afortunadamente, no fue así. Y pasamos una noche tranquila.

No sé si esto se debe al auge que está teniendo esta forma de viajar. Bueno por un lado, malo por otro, porque siempre he dicho y diré que esto forma parte de una filosofía, es más que comprar o alquilar una por pensar que viajar de esta forma es más barato o meter a toda la familia dentro para ver a donde se llega o peor aún, apalancarse en un sitio determinado durante días o semanas utilizando un aparcamiento o área como si fuera un camping. Prueba de ello, hace veinte minutos he leído en el foro de acpasión el comentario de alguien que califica a Sicilia como basura, entre alguna que otra incorrección que deja al descubierto cierta falta de cultura. Para viajar en autocaravana hay que ser viajero, y no turista, salir como una página en blanco en la que todo y todos puedan escribir en ella, nos guste o no. Implica, como poco, tener abierta la mente para recibir y disfrutar, o no. Como mínimo, se ha salir asumiendo  el riesgo de todo lo que pueda ocurrir.

Por la mañana fuimos al centro comercial a hacer algunas compras y seremos sosos, pero no compramos aquello por lo que Andorra merece la pena : tabaco o alcohol. Después llenamos el depósito y esta vez batimos un nuevo record: 60 euros. Nos ahorramos posiblemente unos 20 euros, que es a tener en cuenta. Luego, cuando vimos el precio del gasoil en Francia supimos que fue más.

E iniciamos el ascenso tortuoso por carreteras que se abrían paso por pequeñas poblaciones hasta llegar  al túnel de Envalira. Durante unas horas estuvimos recorriendo carreteras nacionales hasta entrar en autopistas y aquí ya comenzó la sangría de la tarjeta de crédito. En total hoy, unos 50 euros.

La France

Y mientras descendíamos el puerto regrese 35 años atrás, cuando veníamos por aquí en tienda de campaña y Luis, el dueño de un camping ya en Francia, nos acogía cuando todos los demás estaban “complet”. En aquel entonces lo primero que hacían los franceses era mirar la matrícula del vehículo –malo ya que fuera española- y luego a los ocupantes –dos jóvenes pero no teníamos mala pinta-  juzgaban y decidían si quitaban o no el cartelito. Más de una vez  permaneció puesto. Luis era un refugiado español, casado con una francesa que vivía en una destartalada roulot y que siempre tenía un hueco para nosotros.

Y no fuimos capaces de encontrarlo. Desaparecido, como si no hubiera existido, solo en nuestro recuerdo. Reflexiones de nuevo sobre lo que somos y lo que dejamos aquí. Nada. Una vez que alguna generación deja de recordarnos, no existe ya nada de nosotros.

Comimos en una encantadora área debajo de un gran roble, cobijados bajo su sombra y reanudamos el camino. Al final el tiempo se echaba encima así que decidimos sustituir algunos puntos que estuvimos   barajando más cercanos al que inicialmente tenía seleccionado, para llegar aquí, a lo que a través del google earth parecía la orilla de un lago, en Ussel.

Pero cuando llegamos nos encontramos con un paisaje algo extraño: en una explanada se agrupaban principalmente caravanas, con tuberías que debían conducir agua a las lavadoras y secadoras que tenían casi todas y cables de luz enchufados al poste de la luz de lo que en su día fue el de servicio para las autocaravanas y que ahora parecía ser lo único que funcionaba, con el de vaciado de grises.

Siempre he adorado este “lesaire faire” y “lessaire vive” de los franceses, pero al camping municipal y al área justo frente a la puerta del camping, sumar esa explanada verde donde caravanas hacían acampada salvaje con grifos y tuberías y enganchados con cualquier cable a la luz del poste de autocaravanas “de gratis”... y con la connivencia  de las autoridades…pues parecía un poco excesivo. Si a esto añadimos que la toma de agua del poste estaba rota y los baños impresentables, quizás el calificativo que más se aproximara para definirlo fuera el de “incomprensible”.

En el área, entre hayas, media docena de autocaravanas. Nos acoplamos y cuando fuimos a retirar una carretilla en medio de la nada nos sorprendieron los gritos de un señor que nos decía –interpretamos- que no la tocáramos.  Dimos una vuelta alrededor y  confesamos que no nos gustó el ambiente. Parecía de guarreo auténtico aunque estaba limpio. Preguntamos donde podíamos tomar agua y nos señalaron el poste roto. Cuando se lo dijimos y señalamos sus fuentes, nos dijeron que eran suyas así que nos dirigimos al camping municipal para preguntar si allí podíamos cargar agua. Esta noche nos teníamos que duchar y la necesitaríamos para los siguientes días. Nos dijeron que no era posible disculpándose así que se me ocurrió preguntar cuanto costaba. Tan solo 9 euros y el sitio era delicioso y muy tranquilo, así que ya solo por la tranquilidad pagamos esos 9 euros que seguro que me hubiera costado cualquier área privada (45.547618; 2.284343).

Elegimos un lugar bajo un enorme abeto en parcelas muy grandes, y allí nos quedamos. Estupenda ducha en un bloque sanitario sencillo pero limpio y grande y después de cenar y de recorrer el camping que nos pareció a todas luces un lugar absolutamente recomendable, nos dispusimos a ir a la cama, hoy sí, a una hora decente, las 22,30. Mañana previsiblemente alcanzaríamos nuestro destino: Estrasburgo o al menos Obernai, a 20 km de esta gran ciudad. 




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Destino a tres. Estrasburgo