De la nobleza al pueblo


16 de Julio, lunes.

Berheim-Castillo de Haut/Koenigsbourg-Ribeauville

Pernocta: área de autocaravanas Ribeauville (antigua camping)/48.199072;7.301865)

Y comenzó a llover, así que no tuvimos más remedio que recluirnos dentro.

Noche tranquila y mañana luminosa. Desayunamos y como nos dijeron que la ciudad estaba a diez minutos andando, nos dirigimos a ella dejando la autocaravana en el camping. El sol calentaba ya con fuerza a pesar de que tan solo eran las 9,30 aunque a la sombra había buena temperatura

La ciudad de Berheim no tenía mucho que destacar, excepto la puerta alta,  la  responsable de que ayer no pudiéramos entrar y que en realidad es una de las cuatro puertas defensivas de entrada a la ciudad. Se trata del elemento más importante de la fortificación y la única que se ha podido conservar hasta la fecha. De estilo gótico, destaca el techo cubierto de tejas vidriadas o cerámicas lisas puestas según un dibujo en la provincia de Borgoña.



Las otras tres puertas fueron destruidas en el siglo XIX para facilitar el paso de carros y carretas.

En la bonita plaza de las estacas  donde se compraban las estacas que se utilizaban para mantener los pies de las viñas,  hoy había un pequeño mercado.

Encontramos algún que otro lugar peculiar,  como una zona amurallada junto a la puerta alta donde los muros de las viviendas parecían hacer de segunda muralla defensiva. y la sinagoga que actualmente es un centro cultural y que no nos pareció nada del otro mundo.


De su iglesia que  data del 700, no pudimos visitar su interior ya que estaba cerrado y la casa de las brujas, junto ella , tampoco nos resultó un edificio destacable. Quizás sea una localidad prescindible, sobre todo comparada con los pueblos que habíamos visto hasta ahora.






Terminada nuestra visita regresamos al camping y volvemos a hacer un “completo” (cargar y descargar grises y negras) para poner rumbo al castillo de Haut-Koenigsbourg a donde llegamos dando “la vuelta al mundo”  ya que tememos toparnos una vez más con el arco de la torre del reloj que se ha convertido en una pesadilla así que para evitar posibles problemas nos hemos ido directamente a la autovía para salir en San Hipólito y aunque aparecen señales de prohibición de circulación para vehículos de más de 3,5 toneladas, no encontramos nada extraño. Aunque no sobrepasamos ese peso y por tanto esas señales no van destinadas a nosotros, me suelen alertar sobre el ancho de la carretera o la altura de los voladizos de las viviendas sobre ella.

Atravesamos la ciudad y enfilamos la subida, fácil, hacia el castillo que aparece en lo alto de una cima sobre un espolón rocoso y cuya vista se extiende de oeste a este y al parecer en medio de importantes rutas comerciales, la del trigo y la del vino así como la de la sal y de la plata, dominando toda la inmensidad de la llanura alsaciana.

Atrás hemos dejado en nuestro ascenso la montaña de los monos, por la que no hemos tenido especial interés.

Cuando llegamos nos encontramos un pequeño apartadero en la carretera de tierra prácticamente lleno, solo con un hueco al que me cuelo rápidamente. Se puede aparcar también en línea a lo largo de toda la carretera hasta llegar al castillo en unos 300 ó 400 metros.

Aislamos bien la autocaravana para dejar a nuestra amiga peluda al sol y tomamos un camino que asciende por nuestra izquierda entre enormes hayas por lo que la sombra no deja de acompañarnos. Aunque es suave, nos cuesta en algunos tramos un poco más de esfuerzo.

Llegando ya nos fascina la impresionante figura de esta enorme fortaleza que se yergue roja, magnifica, imponente...Y nos dejamos engullir por ella siguiendo las señales que nos dirigen a la taquilla.

Este castillo, uno de los más visitados del país, desprende poder, el poder que no solo proporciona su extensión cubriendo una superficie de 1,5 hectáreas, sino el escalonamiento de su construcción ya que parece crecer hacia el cielo. 

Como la mayoría de las fortalezas ha sufrido varias épocas en su construcción desde el siglo XII.

Pero el castillo fue abandonado durante dos siglos y reconstruido en el XX.

Su peculiar forma alargada y estrecha, sumada a su complicado asiento sobre las rocas, hacen que el recorrido sea muy pintoresco, con escaleras, pasadizos, salones llenos de armas, pequeños patios interiores, un puente colgante, un enorme torreón… y, sobre todo, unas vistas magníficas sobre el valle.


El origen del castillo es alemán pero el tratado de versales de 1919 convirtió a Francia en propietaria de los bienes de la corona alemana consiguiendo esta espectacular fortaleza.

Vamos desgranando los espacios exteriores de los patios, entrando por la cocina que aun conserva una enorme pila y una gran  chimenea, para acceder a través de una hermosa escalera de caracol a los apartamentos con sencillo mobiliario y donde destacan las enormes estufas de azulejos (kokelhof, típicas de la región) dispersas por las distintas estancias de las que leemos que  tenían letrina aunque no conseguimos ver ninguna.
















Atrás dejamos  la sala del kaiser, la capilla, sala de los trofeos, sala de armas con alabardas, espadas, ballestas y armaduras y mucha gente por aquí y allá.

La visita se hace cómoda ya que entregan una pequeña información impresa en castellano y cada uno la hace a su manera.

Y nos fijamos en  las mismas cerraduras que el año pasado descubrimos durante nuestra ruta por el río Mosela: su especial forma en "embudo" desde la parte superior hasta el mismo ojo marcada por resaltes metálicos. Así, aunque su dueño fuera borracho, con poner la llave en la parte superior e ir moviéndola de lado a lado, la llave, al topar con los resaltes laterales, era conducida hasta el mismo ojo. 



Magnífico el gran bastión al que se accede a través de un puente levadizo.

En la plataforma de la torre norte de este gran bastión aparecen reproducciones de cañones de distintas épocas.

También descubrimos  dibujos de Tintín u otros comics que reproducen escenarios de este castillo u otras ciudades de Alsacia.




En el exterior de nuevo y dando por terminada la visita,  mi vista se eleva describiendo la altura y dibujando la silueta de este magnífico castillo que desde abajo parece inexpugnable. Creo que si fuera un soldado que tuviera que asaltarlo, me echaría a llorar.




Regresamos por donde habíamos venido poniendo rumbo a Ribeauville  para lo que introducimos en el navegador las coordenadas de un aparcamiento para autocaravanas.

Pero una vez en la ciudad, no dejan de sucederse señales de prohibición de circulación para nosotros. Pasamos de nuevo  por el estacionamiento de autocaravanas que vimos ayer y en el que estuvimos tentados a pasar la noche.

Idoia me pasó por whasap información de su viaje y describía un área que llamó “de los tres castillos” y que dijo que era un antiguo camping. Este nombre me confundió, ya que en campingcar info venía una denominada así,  pero con coordenadas distintas por lo que terminamos en lugar completamente diferente y el único camping por el que pasamos ayer aquí en Ribeauville tenía cuatro estrellas.  

Pero al consultar la aplicación park4night  -que me descargue en Estrasburgo siguiendo su consejo- además de aparecerme varios aparcamientos, figura un área para autocaravanas alejada unos 2 km del centro, así que como no encontramos donde aparcar le sugiero a Angel que nos acerquemos a verla  y si allí podemos, comemos y descansamos para visitar por la tarde la ciudad.

Muy cerca del centro de la ciudad aparecen señales que nos guían a ella y siguiéndolas la encontramos sin dificultad.  Está junto a la carretera y tiene dos niveles. Decidimos quedamos en la parte superior, a la sombra donde comemos. Un cartel informa que de 17 a 20 horas vendrán a atenderla y que cuesta 5 euros más 4 ó 5 más si se quiere electricidad. En realidad es un camping, del que hablaba Idoia,  ya que aquí hay tiendas y autocaravanas. Dispone de ducha con “jeton” y un poste para aguas. Así que casualmente y después de haberla buscado ayer y hoy, la habíamos encontrado

Angel pregunta a un vecino como se llega a la ciudad y le dice que está a 2 km y el camino no es muy agradable aconsejándonos tomar la autocaravana y bajar con ella. Luego supimos por nuestros amigos Jesus y Angeles que en línea recta estaba muy cerca por lo que se puede ir andando desde el camping al casco viejo.

Comemos, descansamos y sin demorarnos nos dirigimos a hacer nuestra visita. Aparcamos en el sitio que vimos ayer y después de unos 5 minutos andando llegamos a comienzo de la gran Rue, lo que parece la arteria más importante de la ciudad y que se extiende en suave pendiente  hacia la montaña.

Nada más  entrar  nos encontramos con la Pfifferhüss  o casa de los Menetriers  -violinistas-  una bonita vivienda del siglo XVII, con un balcón de madera tallada con la inscripción “Ave María Gratia Plena”.  Y es que en la edad media esta ciudad fue escogida por los trovadores y músicos.

A lo largo de la calle, la Grand Rue, se alinean  una vez más hermosas casas de entramado con flores multicolores, fachadas pintadas de colores vivos: azul añil, rojos, rosados, amarillos...formando estampas realmente hermosas.

Subimos lentamente fascinados por su belleza, descubriendo rincones hermosos donde el color y  la luz se combinabann con elegancia y armonía a la vez que con sencillez, esa sencillez que tanto me gusta y que caracteriza la arquitectura popular en contra de los rimbombantes adornos de construcciones religiosas o nobles palacios.

Y tiendas, como no, muchas tiendas de recuerdos, vinos, quesos, pastelerías....y sobre esto tengo que añadir que estoy consiguiendo resistirme a la pastelería francesa y/o alemana, me da igual, porque  el que las conozca me dará la razón: ambas son excelentes.


Esta arteria termina en la Tour des Bouchers (torre de los Carniceros) hermosa torre de 29 metros de altura y que data del siglo XIII y que es el emblema de la ciudad.

Después de una hora y media andando disfrutando de una buena temperatura, de tranquilidad y embriagados de belleza, que no cansados de ella, regresamos a la autocaravana para volver aquí al camping municipal donde estamos ahora, disfrutando de la paz del lugar. Aunque la carretera está cercana, apenas pasan coches y creo que por la noche, no pasará ninguno.

Hay sitio de sobra pero, como siempre, los hay más “gregarios”  y un francés ha intentado colocarse a escasos tres metros de nosotros. Cuando me ha visto la cara me ha preguntado con gestos si se movía y le he respondido, en el mismo idioma, que había espacio para todos y con las manos le he "desplazado", así que se ha apartado de nosotros cuatro metros más.  

Y aquí estamos cuando pasan quince minutos de las ocho, descansando desde las 18,30 más o menos y no nos sobra tiempo. Por la noche refresca y no sé si podremos cenar fuera. Inconveniente de continuar con nuestro horario español.







19 de julio,Jueves

Estamos en el área de autocaravanas del Ecomuseo de la Alsacia a unos 30 kilómetros al sur de Colmar. Dos días después de mi último encuentro con el diario de  a bordo, diario que aprovecho a escribir cuando termino el día pero que durante estos dos últimos, al haber coincidido con nuestros amigos Jesús y Angeles que hacen una ruta por aquí, no he podido continuar ya que  los he dedicado a otros menesteres, más “sociables”. Dejo de hablar conmigo misma a través del diario y me“socializo” algo, lo que resulta más enriquecedor y entretenido.

Creo que ya hemos dejado atrás esta hermosa región francesa que me ha cautivado. Visitar este ecomuseo ha sido quizás, nuestra bonita despedida, una especie de broche final.

Pero es hora que regrese a la mañana del martes.


17 de julio martes. Por crestas y entre cantos

Ribeauville-Ruta de las crestas-Turkheim

Pernocta: camping municipal de Turkheim (48.085256; 7.272492)

Deliciosa noche en el camping municipal. Recogemos velas y ponemos rumbo a Turkheim pero vamos a hacer algo de la ruta de las crestas como nos sugirió Idoia.

Tomamos la carretera que asciende dirección Mairie aux Mines  que inmediatamente se interna entre suaves elevaciones de no más de mil metros arboladas de abetos y hayas.

Circulamos de "col en col " por paisajes pintados ahora de distintos tonos de verde por donde la carretera asciende y desciende suavemente.

Dejamos atrás   les Bagenelles, Col Bon Homme y  Col du Calvaire y aquí  nos apartamos un poco de la ruta que dejamos a nuestra derecha para acercarnos al lago Blanco. Idoia nos dijo que había una pequeña ruta entre este lago y el Negro de una hora y media.

Ya en el lago, aparcamos junto a otros coches para contemplarlo. Bonito pero no para tirar cohetes. Un cartel  al inicio de un sendero estrecho que asciende, describe la ruta hacia el lago Negro como difícil y con un considerable desnivel así que decidimos no hacerla aunque Tula no parece muy convencida de ello.

Regresamos retomando de nuevo la ruta de las crestas y continuamos hacia Garçon du Fail y la Col de la Schlucht.

Las vistas son hermosas y la carretera facil. Alguna que otra curva considerable, pero nada destacable.

En un momento determinado vemos un grupo numeroso de vehículos aparcados a ambos lados de la carretera y una señal que indica hacia el lago Verde. Veo en el mapa del teléfono móvil que no hay más de 500 metros, así que me pongo el “mono de andar” y tomamos una  ancha pista descendente al inicio de la cual un cartel anuncia 30 minutos solo con lo que  nos animamos más.



Pero el camino no deja de descender y aunque la pendiente no es muy pronunciada empieza a ganarnos la pereza. Se suman los sonidos no muy lejanos de truenos y unos nubarrones negros amenazantes. Y la pereza, que resta fuerza, suma  también justificaciones para no hacer algo, en este caso que esta noche teníamos previsto acompañar al sereno (vigilante de la noche) de Turkheim en su paseo nocturno por la ciudad a una hora en la que hubiéramos estado en la cama, las 22 o 22,30 horas, aunque me de vergüenza decirlo.  Así que en un punto determinado y cuando llevamos la mitad del camino, o quizás algo más, decidimos dar la vuelta y regresar a la autocaravana para poner rumbo al camping municipal de Turhkeim donde nos encontraremos con nuestros amigos que también han decidido reunirse allí con nosotros.

En el camino paramos en un super U a surtirnos de comestible y...como no, de algo de vino y aprovechamos también para llenar el depósito de combustible a buen precio.

Alrededor de las 14 horas estábamos en la puerta del camping municipal, un lugar que parece agradable y frente al casco de la ciudad y mientras esperamos a que nos den paso, llegan nuestros amigos. Pedimos dos plazas juntas, lo que no fue posible, aunque sí cercanas. Otra cosa es tener sombra. Nosotros tenemos un poco, y es que el sol y el calor está siendo implacable por estas tierras poco acostumbradas a ambos.

Después de aclarar algunos malentendidos con la luz, nos instalamos y pasadas las tres nos reunimos a comer.

Nos dimos una hora para descansar para reunirnos después a visitar la ciudad.

Y…bueno,  no nos resultó muy llamativa. Una única calle que parece atravesarla con rincones y casas bonitas, pero atrás habíamos dejado lugares mejores. Comparar, es inevitable.

Regresamos a cenar pero el viento que se levantó impidió que pudiéramos compartirla juntos,  decidiendo hacerlo en nuestras casas y reunirnos quince minutos antes de las 10 para ir a ver el sereno que partía a esa hora de la oficina de turismo.

Y mientras, disfrutamos de otro espectáculo sorprendente: las cigüeñas, símbolo de esta región francesa, y que tienen sus nidos por todas partes. Y es que pasean tranquilamente por el camping, bueno, seré más exacta, hay una con un descaro especial que con ese andar elegante y cierta mirada arrogante y displicente, busca alimentos aquí y allá entre los campistas. Y Angel se lo acerca en la mano y deja que lo coja. Me quedo perpleja. Parece que hemos cambiado los papeles o que hacemos verdad el refrán ese que dice que  “los que duermen en el mismo colchón terminan siendo de la misma opinión”. En nuestro caso sería que uno se ha mimetizado con el otro, porque yo, que sigo siendo muy atrevida, me he vuelto más prudente o quizás el adjetivo sería "conservadora", como lo era él, y él, que era tan prudente que a veces rayaba el aburrimiento, se ha vuelto más atrevido, o, en este caso yo lo calificaría de inconsciente porque viendo el tamaño del pico no le acerco mi mano a menos de 50 cm. 

Y la cigüeña le coge delicadamente el trozo de pan de la misma mano para seguir paseando tranquila y plácidamente entre la gente. Después, nos llega a parecer hasta normal y cada uno, cigüeña y campistas hacen su vida de forma independiente. Numerosos nidos con varias de estas aves rodean el recinto del camping.

Y llega la hora del paseo del “ veilleur de nuit” o vigilante nocturno de Turkheim.  Encontramos ya a gente esperándole y puntual a la hora prevista, acude este pintoresco personaje ataviado con un abrigo oscuro, gorro de época, un farol en una mano y una lanza en la otra. Algo similar vimos ya en una ciudad danesa.

Originalmente, este particular sereno  tenía como misión evitar los incendios y cada noche pedía a sus vecinos tener cuidado con la chimenea y las velas de sus casas. Luego pasó a tener otras funciones hasta transformarse en lo que es ahora, un entretenimiento para los turistas.

Seguido por todos nosotros comenzó su curiosa ruta por la calle principal  deteniéndose en  cada cruce a cantar en alemán, con algún que otro desafino. Para amenizar el paseo, pidió al público que cantara alguna estrofa junto a él, lo que hicieron obedientemente y en cada esquina en la que se paraba solicitaba la ayuda de algún niño para que le sujetara el farol mientras que emitía su ininteligible soniquete. También debía de contar cosas interesantes, en francés, que nosotros no éramos capaces de comprender, así que cerca del final, decidimos dejarle a él y al grupo para regresar al camping.

Pero cuando llegamos nos encontramos no solo la puerta de vehículos cerrada, sino también el acceso peatonal. Un teclado alfanumérico nos hizo pensar que se entraba con una clave, que ninguno teníamos. En recepción entendimos que la apertura para los vehículos era automática al reconocer la matrícula, pero nadie nos dijo a ninguna de las dos parejas que se cerraba el acceso para peatones entre las 22 y las 7 horas y que necesitábamos un código para acceder. Lo primero que se nos ocurrió fue teclear los números de las parcelas, pero sin resultado. Yo no lo pensé dos veces y pulse la tecla de llamada con pocas esperanzas de que nos respondieran. Más bien pensaba en que alguien que se alojara en el camping regresara del paseo con el sereno y pudiéramos acceder con ellos, aunque Angel me corrigió y me dijo que eso en España ocurre, pero que aquí, no, y menos a estas horas tan “intempestivas”.

Mis amigos me confesaron que se veían saltando la valla. Hubiera tenido gracia, sobre todo que nos pescaran, a nuestra edad y en esta región francesa, más alemana que gala.


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