El epílogo del cuento


19 de julio, Jueves. 

Colmar-Roufach-Gebwiller-Ecomuseo de Alsacia (Urgersheim)

Pernocta: Ecomuseo de Alsacia (47.851522; 7.286049)

Dejamos a nuestros amigos en esta ciudad de cuento para poner ya rumbo al sur. Ellos van hacia el norte, a Estrasburgo, a recorrer el camino que nosotros ya hemos hecho, aunque disponen de casi un mes más, por lo que su viaje se alargará hacia tierras alemanas.  

Nosotros ponemos rumbo hacia nuestro primer destino de hoy,  Roufach.


Aparcamos sin problemas pero la ciudad, a la que dedicamos alrededor de una hora, no merece mucho la pena: Impresionante su iglesia-catedral, de Notre Dame de l’Assomption, de arenisca amarilla y que mezcla románico y gótico. Sus curiosas gárgolas llaman mi atención.


Destaca también el conjunto del antiguo ayuntamiento con una hermosa fachada renacentista del XVI remodelada posteriormente y unido a él,  la torre de las brujas, que fue la última torre de las fortificaciones con base redonda. Esta es la parte más antigua, del siglo XII, siendo el resto del XV. Sirvió de prisión, especialmente para las brujas. 

Y algo decepcionados pusimos rumbo hacia el Ecomuseo de Alsacia.



Pero al consultar el mapa veo que antes tenemos que rozar la ciudad de Gebwiller, que también tengo anotada, así que decidimos hacer una parada allí.

Y repetimos un poco lo que pasó con Roufach: una hora de paseo y poco que destacar.

Entramos por la espaciosa y luminosa plaza de Juana de Arco presidida por la neoclásica iglesia de Notre dame  que impresiona por sus majestuosas proporciones.

Continuamos por lo que parece la arteria principal de esta ciudad hasta llegar al  antiguo convento de los dominicos que encontramos cerrado y que para visitarlo había  que esperar una hora.



Así que retomamos de nuevo esta vía principal, vacía de gente y un poco sosa,  para llegar a una gran y luminosa plaza donde se encuentra el  edificio del antiguo Ayuntamiento del XVI construido por  un pañero acaudalado y caracterizado por sus magníficas ventanas  y un mirador pentagonal gótico. En una esquina hay una  hornacina con una Virgen del XVI

Un poco más adelante encontramos  la Iglesia saint leger o San Leodegario (ss. XII-XIII), bonito edificio enmarcado por dos altas torres y una preciosa fachada con  un pórtico con aperturas en tres de sus costados y que quizás es lo más destacable de esta ciudad y al que dedicamos unos minutos más de tiempo que al resto de lo visto hasta ahora.

Desde este punto decidimos regresar por donde habíamos venido.

Ciudad algo insípida o quizás fuera la hora, o que las comparaciones son inevitables y aún conservábamos en nuestra retina las hermosas imágenes de pueblos y  ciudades por las que paseando nos trasladábamos a un cuento de hadas.

Así que terminamos la mañana con esa sensación extraña de pérdida de tiempo. A veces, pasan estas cosas.  

Ahora ya sí, hacia el Ecomuseo de Alsacia  en Urgersheim, que además tiene una bonita área de pernocta, arbolada entre robles y sobre tierra. Un poco anárquica, pero tranquila.

Cuando llegamos casi no encontramos sitio a la sombra para poder comer y descansar, pero tuvimos suerte y ocupamos el que parecía el último. Al sol había todo el espacio  que quisiéramos, pero el calor no daba tregua.

Angel se acercó a las taquillas y vio que había una entrada a las 16,00 horas cuyo precio era reducido, 7,30 euros.

Cerraban dos horas después pero  nuestra experiencia en este tipo de museos nos decía que tendríamos tiempo suficiente, como así fue, así que a las cuatro en punto estábamos en la entrada y durante las siguientes dos horas fuimos descomponiendo los distintos edificios  de este singular lugar.

Este tipo de museos consta de viviendas rurales auténticas desmontadas pieza a pieza en su lugar de origen para volver a ser reconstruidas  en otro sitio donde son reunidas formando una especie de pueblo singular.

Este consta de unas 70 casas  que van del siglo XV al XX, y  con el paso de los años se ha convertido en uno de los más importantes de Europa, con 100 hectáreas de poblado, campos y zonas boscosas.


Entramos en él y nos dirigimos en primer lugar a una especie de embarcadero  en donde un grupo de personas comienza a subir a una barca que suponemos que deslizándose por las aguas de un pequeño canal, accedería a distintos puntos de esta peculiar ciudad y que tiene unas horas concretas, y ésta, era una de ellas.

Pero disculpándose amablemente nos dicen que los peludos no están permitidos, así que, decidimos recorrerlo a pie. Lo mismo nos sucedería con los carros de caballos.


Y pasito a paso vamos desgranando las viviendas que lo componen con todo tipo de oficios necesarios para la supervivencia de sus habitantes,  desde la escuela, a la peluquería, lavadero, forja, taller de carros, molino, huerto, torre medieval, etc., así como talleres artesanos animados.


Miles de objetos  de la vida cotidiana, ropa, herramientas,  muebles y maquinaria agrícola, entre otros, que van desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, llenan todas las viviendas.

Y algo muy característico de estos museos y que una imagen no puede trasladar: el olor.

Todas las casas emanan un aroma especial, a humo, a viejo…así, participan todos nuestros sentidos estimulando la imaginación. Y la mía, que es muy viva, me traslada inmediatamente a otros lugares, otras épocas, con otras gentes…y me da la sensación de que los habitantes de estas sencillas viviendas, de que los dueños de los objetos que las pueblan, van a aparecer de un momento a otro, regresando de sus labores para continuar con otras.


Para los niños es un lugar entretenido y divertido  con paseos en carros tirados por caballos o por tractores además de otras actividades participativas, y para los adultos toda una experiencia interesante cargada de historia, de vida, de magia, de pasado. Es una máquina del tiempo que nos engulle trasladándonos a otras épocas, y no muy lejanas.

Así paseamos por este peculiar pueblo, recorrimos sus calles, entramos en sus casas, acariciamos con nuestros ojos los objetos de una vida pasada empapándonos de lo que su silencio transmitía…y jugamos, jugamos como niños en un granero donde se acumulaban curiosos juegos precursores de los actuales; los de antes con los materiales de entonces,  madera y gomas y los de ahora, magnéticos y con plásticos, pero con el mismo fin y ofreciendo la misma diversión. Muy curioso.

Y un poco antes de dar por terminada nuestra visita nos dimos el placer de sumergir nuestros cansados pies en un reguero de agua fresca para apresurarnos a salir ya que la hora de cierre se acercaba.

Agotado el tiempo, y también nosotros, trasladamos nuestra autocaravana a un lugar más agradable para pasar la noche cuando los turismos nos dejaron ya todo el espacio disponible.

Al atardecer, cuando la luz que entra a través de los robles es cada vez más mortecina, nos reunimos una decena de autocaravanas esperando la noche, y alguna más se unió un poco más tarde.

Viernes, 20 de julio. “…nosotros, los de siempre”

Ecomuseo de Alsacia (Urgersheim)-Thann-Journans

Pernocta: Camping municipal de Journans (46.147288; 5.330876)

Desayunamos a la sombra de los robles y con el ruido  de repiqueteo de las cigüeñas (mi madre decía de “machacar el ajo”) al fondo. Sumamos cierta sensación de melancolía, la que me invade cuando comienza el lento e inexorable regreso a casa y sobre las 9,30 pusimos rumbo a Thann.

Tengo que dar por finalizado este recorrido por Alsacia que ha durado seis días en los cuales hemos hecho muy pocos kilómetros y que ha conseguido cautivarme por su belleza.  También, y por qué no decirlo, este orden, esta limpieza, esta pulcritud que caracteriza en general estas ciudades alsacianas me causa cierta sensación de “repelús”. Parece que no hay sitio para un poco de desorden o improvisación y que si lo hubiera, desentonaría. Esto me produce un sentimiento extraño, no sé si positivo o negativo. Quizás es que no estoy  acostumbrada a ver un rosario de pueblos y ciudades donde nada desentona y esto me desconcierta.

No sé si me equivoco, pero siempre he tenido la sensación de que la ruta romántica alemana es más popular que la alsaciana francesa. Pero en mi opinión y al margen de esta sensación algo “desconcertante”  que siento por tanta homogeneidad y orden, esta corta ruta que hemos comenzado en Estrasburgo y que terminamos en Eguisheim, a nueve kilómetros al sur de colmar, o bueno, en el ecomuseo de Alsacia, a unos 20, tiene una belleza que me ha atrapado desde el primer momento.

Tan solo ochenta kilómetros, quizás unos pocos más si añadimos el ir y venir de una ciudad a otra. No es tan larga, ni las ciudades tan grandes como las que tiene la ruta romántica alemana, pero la belleza es comparable, si la memoria no me falla, porque esto de la memoria, empieza a jugar malas pasadas y el tiempo tamiza, y la memoria es cada vez más selectiva y emocional. Así que al margen de que las comparaciones son odiosas, los trece años que separan ambas rutas han hecho su trabajo y lo expuesto aquí tiene una validez muy relativa.

Con esta cierta melancolía, hemos partido  hacia Thann en un día que también promete ser caluroso.

Ya desde lejos se dibujan las agujas de su catedral elevándose sobre los tejados de las casas.

En la información que tengo aparece como “iglesia abacial de Thann” por lo que pienso que debe estar a las afueras y tiene que tener un tamaño considerable, pero para mi sorpresa aparece únicamente una señal  en la carretera e intuitivamente nos dirigimos a ella. Aparcamos en la misma calle a unos trescientos metros de lo que resulta ser una catedral situada en el corazón de la misma ciudad.

Encontramos una pequeña localidad, tranquila a estas horas y sin ningún edificio destacable. Seguimos las agujas que delatan su presencia hasta llegar.

Y descubrimos una impresionante fachada con tres puertas en las que hay casi dos centenares de escenas distintas esculpidas en la dorada piedra. Las pequeñas esculturas se amontonan en los tímpanos, arquivoltas,…es espectacular.





Llama mi atención  un pequeño panel informativo frente a esta fachada con una fotografía con todas y cada una de las distintas escenas representadas enumeradas donde se identifican personajes y escenas y cuyas descripciones aparecen a ambos márgenes, así que ¿cómo no dedicar un poco de tiempo a mirar y tratar de identificarlas en este panel? E inmediatamente me surge la duda de si en el recientemente restaurado Pórtico de la Gloria de Santiago habrá algo similar. Porque se disfruta infinitamente más.



A pesar de que el “espectáculo” parece estar en el exterior, accedemos al interior y aquí de nuevo me quedo atrapada en las pequeñas esculturas que decoran los sitiales del coro. Figuras pequeñas talladas en madera de distintos personajes. Parecen observar lo que pasa alrededor, congelados en el tiempo, atrapados aquí por los siglos. Fotografío aquí y allá pero solo se salvan unas pocas imágenes al tener que utilizar el teleobjetivo en penumbra. Han salido algo movidas.   



Las vidrieras también captan mi atención. Muy hermosas, pero regreso de nuevo a las figuras talladas, tanto las interiores en madera, como las exteriores en piedra de una cantidad y calidad impresionante.

Y otra imagen que retengo: la de un joven mochilero en silla de ruedas. Completamente digno de admiración y que desencadena alguna que otra reflexión.

Una  vez en la autocaravana y después de hacer una pequeña parada en el lidl a comprar cosas que… no necesitamos,  ponemos rumbo al sur, hacia casa.

Y parece que mi “cupo” de reflexiones por viaje no se ha cubierto y comienzo otra tanda, quizás desencadenada por la imagen del mochilero en silla de ruedas. Pienso en la  suerte que tengo de poder compartir esta pasión por viajar con mi compañero de toda la vida. Y ahora me da vértigo pensar que llevamos juntos casi 41 años y compartiendo nuestra vida en común, unos 35.

Y ha habido y hay, como no,  luces y sombras,  y aquí seguimos, juntos. Como me dijo una vez el mirándome a los ojos: “míranos, somos nosotros, los de siempre”. Y así es, a lo largo del tiempo. Me reconozco en él, y en nosotros. Hemos compartido nuestra  vida, nuestros hijos, momentos alegres y tristes, nos hemos fallado, y también apoyado. Discutimos, claro que sí, a veces intensamente, y a veces nos hemos preguntado qué hacemos juntos, pero al final, todo queda en una especie de tormenta de verano. Intensa, porque los años acentúan, pero también breve, también por los años, porque no sabemos estar el uno sin el otro, ni que los enfados nos duren más de unas cuantas horas.

Si he querido compartir esto es por tener la certeza de que encontrar un buen compañero de viaje, como Angel, es tan difícil como encontrar una pareja que camine en la vida contigo. A pesar de tener personalidades bastante distintas –yo digo muchas veces que él es mi “contrapeso”-, compartimos los mismos gustos con sus pequeñas diferencias, los mismos horarios, y una cosa que es importante a nuestra edad,  casi la misma resistencia física. Así que cuando llegamos a un sitio, ninguno de los dos es perezoso para ponerse las zapatillas, echarse la mochila y comenzar a andar hasta que el cuerpo aguante. Y siempre a la par.

Tengo suerte, lo sé y ojala sepamos conservarlo durante otros cuarenta años más. Para viajar …y a través de la vida que nos quede. Y llegado aquí recuerdo lo que un amigo me dijo una vez: ¿quién pasados los 50 años quiere o está realmente enamorado de su pareja cuando lleva muchos años con ella? Y sin dudarlo respondí: yo. Y es que ya no siento lo mismo que 40 años atrás, ni sería normal. Todo ha ido transformándose, cambiando con los años, amoldándose a las circunstancias, al momento vivido.  Ni mejor, ni peor, solo diferente. Y siempre, nos buscamos.

Circulamos por autovías que decidimos dejar en Becançon para tomar la nacional por unos kilómetros y acortar. La volveremos a retomar un poco después. A unos 15 kilómetros de nuestro destino la nube gris que amenazaba lluvia comienza a descargar agua con una tremenda intensidad. Se desencadena una gran tormenta eléctrica acompañada de un fuerte  aguacero que casi no nos deja ver. La carretera en algunos puntos casi desaparece. Menos mal que nos queda poco para llegar a nuestro destino de hoy, el camping municipal de Journans, un sitio que parece tranquilo y que he encontrado en park4night buscando algo a poco más de una hora del sitio donde hemos comido hoy.

En Journans, el camping municipal escala la ladera de una montaña junto al pueblo. Está escalonado  y entre grandes árboles con unas preciosas vistas al pueblo y al valle. Algunas parcelas son más privilegiadas que otras en cuanto a estas vistas. Casi vacío y muy tranquilo. Lástima que la temperatura, que ha bajado considerablemente, no nos permita disfrutar del exterior. No hay nadie en recepción aunque al caer ya la tarde y cesar la lluvia, aparece una señora para cobrar.  Y con el agua, se ha ido también la oscuridad, porque a tan solo las 17,30 horas parecía que la noche había comenzado ya, cuando lo está haciendo poco después de las 22.

Después de instalarnos y ducharnos, hemos intentado hacer una reserva por teléfono para pasar un día en la playa en Sant Pere Pescador, en el camping Aquarius. Si bien es cierto que la política que tiene el municipio con las autocaravanas casi de acoso y derribo es lamentable, que los camping son muy caros y que me he quejado al ayuntamiento por escrito con el silencio como respuesta, también lo es que sus playas son de las más deliciosas que conozco y el camping muy muy tranquilo a cualquier hora del día o de la noche porque su ocupación es, y me enoja enormemente reconocerlo, alemana en un 90%. Se respira paz y tranquilidad a cualquier hora del día sin necesidad de esperar a las 23 o 24 horas y para nosotros, eso no tiene precio.

Y es que en agosto pasado en Oliva, en otro camping que se convirtió para nosotros en un favorito y a donde solemos, o solíamos ir desde hace tres años, con una estupenda playa, tuvimos muchos problemas. Después de cenar se reunían frente a nuestra autocaravana  un nutrido y variado grupo de niños de todas las edades que jugaban al rescate. Entre polvo, gritos y carreras, allí no había quien parase y pese a que nos quejamos amargamente, la escena se repitió la noche siguiente y algún padre que otro afirmó que no comprendía nuestra queja ya que no eran las doce de la noche.  Así que prometimos no volver nunca en agosto. De volver, lo haríamos cuando los colegios hubieran comenzado, para septiembre. Es el resultado de más de lo mismo: un hedonismo carente de empatía y mal entendido

Pero una vez enviado un email, como ellos nos indicaron para hacer la reserva, responden que les abonemos el importe total sin asignarnos un número de parcela concreto. Y, lo siento, no voy a pagar un precio tan elevado sin saber si voy a tener lo único que pido: mucha sombra. Así que para evitar problemas agradeciéndoles su atención, hemos acordado realizar el pago una vez que allí comprobemos que la parcela que nos ofrecen cumple la condición de “sombreada”.

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