Pueblos de cuento

14 de julio, sábado.
Pintorescos pueblecitos

Estrasburgo-Obernai-Barr-Selestat- Blienschwiller

Pernocta: Area viticultor Splitz (48.342243; 7.422808)

Mientras escribo estas líneas son ahora casi las diez de la noche. La oscuridad  cae y el día se apaga. Hasta ahora hemos estado afuera cenando pero el frío ha sustituido al fresco del atardecer y nos ha obligado a meternos dentro de la autocaravana.

Frente a nuestro parabrisas se abre un inmenso viñedo hasta donde la vista alcanza. Estamos rodeados de viñas en una pequeña explanada detrás de la vivienda de un  viticultor (https://www.vinsspitz.com/) que cede este espacio para recibir autocaravanas. Dispone de  todos los servicios (agua, grises, negras y luz). En su propiedad  se venden los distintos tipos de vinos que cultivan.  Nos atiende un joven que habla un inglés bastante fluido por lo que la comunicación es bastante buena.

Nos llama la atención la  Crémant d'Alsace. Nos cuenta que para su elaboración se usa el método tradicional (fermentación en botella). Este método es idéntico al del champán y resulta menos costoso, conservándose más tiempo que el champán. Se hace en su mayor parte con uvas pinot blanc, pero también pueden mezclarlas con pinot gris, riesling, pinor noir, chardonnay o auxerrois a criterio del experto.

Nos pregunta si nos gusta más dulce o más seco. Respondo que dulce y nos ofrece dos botellas que probamos. Elegimos una de crémant y otra de vino normal que nos llevamos, pensando siempre en el recuerdo que nos traerán cuando las compartamos con nuestra familia o amigos.

Nos instalamos y cuando lo estamos haciendo aparece una camper francesa. Sus “inquilinos” una pareja  madurita de Tours, resultan muy comunicativos, pero yo entiendo muy poco, Angel un poco más y ellos, nada de español pero aún así persisten en hablar y hablar. Amablemente nos despedimos de ellos y nos vamos a estirar un poco las patitas.

El pueblo es prácticamente una única calle en la que se alinean casas de viticultores de colores con entramados de madera y las típicas florecillas en los balcones. La mayor parte de la población se dedica a las viñas (creo recordar que leí que treinta familias). Hasta aquí no ha llegado la algarabía del 14 de julio, lo que es de agradecer.

Pero regreso a la mañana.

Un dolor de la cabeza me ha despertado a las 6 y ya no he podido conciliar el sueño. Las malditas cervicales. Hemos desayunado, cargado y descargado agua y luego hemos repostado por la diferencia de precio. Curiosamente ya había subido 5 céntimos el litro de hace dos días a hoy. Y también comprobamos colas de vehículos atravesando el Rhin hacia Alemania. Supusimos que irían a llenar sus depósitos.

Atrás hemos dejado la hermosa ciudad de Estrasburgo para dirigirnos a la cercana Obernai, donde hemos llegado pasadas las 10,30 a un aparcamiento/área de autocaravanas sobre tierra y sin sombra donde había  una docena de  ellas.

Y hemos entrado en la ciudad a través de una de las puertas de la muralla e inmediatamente accedemos a  una calle en la que se alineaban pequeñas casas de colores de entramados de madera con los balcones cuajados de flores multicolores que como siempre pintan un bonito cuadro y que no me canso ni de ver ni de admirar.

Una larga historia precede a Obernai, un pueblo muy próspero unos cuantos siglos atrás que no supo recuperar el desarrollo de otros tiempos, pero que nunca perdió su encanto. Siguiendo esa calle hemos llegado a la plaza del mercado donde se encuentra la fuente de San Odil  destacando al fondo la esbelta silueta de la torre de la Capilla (Kappelturm) del S.XV,  que con sus 60 metros de altura es una de las más altas de Alsacia

Saliendo de esta plaza y dejando a la derecha la torre de la Capilla encontramos el precioso Puits aux six seaux (XVI) un pozo renacentista con columnas y baldaquino que posee tres ruedas que sostienen dos cubos.  Ahora cada uno está adornado con flores multicolores. Y aunque me repita, siempre diré que admiro de los franceses su especial habilidad para las plantas y jardines. Con tres macetas son capaces de hacer un maravilloso vergel.  Este pozo, que a lo largo de los años ha sufrido algunas transformaciones,  es uno de los más bellos de Alsacia.

Continuamos nuestro camino hasta dar con la silueta estilizada de la  renacentista iglesia de San Pedro y San Pablo construida en arenisca amarilla en el XII. Bandas lombardas y arcadas ciegas decoran profusamente fachada y paredes. Su  interior es una obra maestra del arte renano del s. XII. Cuatro ventanas presentan  unas hermosas vidrieras del XV. Un precioso púlpito policromado capta mi atención así como la bóveda superior.

Una vez fuera y  durante una hora nos dejamos atrapar por la magia de los colores, la alegría de la luz, el hechizo del tiempo que parece haberse detenido en alguno de sus encantadores rincones, por la tranquilidad que quizás echamos de menos ayer, deambulando sin rumbo aparente por sus calles, guiados únicamente por nuestros ojos, dejándonos sorprender aquí y allá. Una balcón, la fachada de una casa, un rincón, una calleja…toda una belleza imprescindible en el recorrido por esta región.




De regreso a la autocaravana decidimos no subir al Monte de St Odine. Veíamos hoy muy tráfico  que parecía dirigirse a este lugar, así que decidimos prescindir de las supuestas buenas vistas sobre la llanura alsaciana de las que hubiéramos disfrutado para dirigirnos hacia Barr, pequeña y bonita ciudad, igualmente jalonada de casas coloridas pero dónde no encontramos donde aparcar hasta que llegamos a un pequeño carrefour donde decidimos parar para comprar vinos, sidras,  cervezas y champagnes franceses.  Y pese a lo que pueda parecer, lo más curioso de todo es que no bebemos alcohol, excepto alguna cerveza y un buen vino en ocasiones especiales, pero nos gusta comprar  por los sitios por donde viajamos. Se conserva bien y abrirlos y compartirlos unos meses después es un gran placer para nosotros que nos transporta de nuevo a paisajes  visitados y gentes  sentidas.

Desde Barr con una bonita plaza por la que pasamos dos veces en nuestra búsqueda de aparcamiento, ponemos rumbo a otra pequeña y tranquila ciudad edificada a lo largo de la carretera, Mittelbergheim, y sin ningún aparcamiento, así que la atravesamos, dimos la vuelta y decidimos poner rumbo a Selestat.

Allí llegamos cerca de las 14 horas así que nos  pareció una buena idea dirigimos al camping municipal que por 17 euros nos permitiría descansar, visitar la ciudad después y posiblemente disfrutar de alguna celebración del 14 de julio.  Pero cuando llegamos pasaban veinte minutos de las dos y hasta y media no atendían. Seguimos bajo un sol de justicia así que aprovecho el tiempo para entrar en el reducido recinto y comprobar que la zona más sombreada estaba ya ocupada por caravanas y que escaso espacio hay ya sombreado en el resto así que cambiamos de opinión y buscamos la complicidad de la sombra de un árbol cercano para que nos diera cobijo mientras comíamos y descansábamos para después poder visitar la ciudad

Y tengo que confesar que no tenía ninguna gana de hacerlo. La pereza me venció y fue Angel el que me sacó de ella diciéndome que ya que estábamos debíamos verla. Y siempre me convence. Soy facilona.

Desganada aún le sigo y lo primero que descubrimos es la impresionante torre del reloj del XIII vestigio de la muralla medieval. La parte superior (donde están las troneras) es un añadido del s. XVII. Esta torre da acceso a una calle con más arquitectura tradicional típica alsaciana. En una esquina, la figura de un San Jorge a caballo destaca por su tamaño y buena conservación y seguimos calle arriba hasta encontrar la iglesia de St. Foy (santa Fe), de un románico sencillo del siglo XII. Construida con arenisca roja y granito, su exterior  es más hermoso que el interior destacando las dos torres gemelas y la bonita y solitaria torre cilíndrica. Estas tres torres son algo insólitas en Alsacia.

Y continuamos hasta la cercana iglesia de san George, de los siglos XIII y XV y objeto de importantes obras de restauración, sobre todo en el s. XIX. Exteriormente es gótica, elegante, con sus agujas estilizadas que se estiran hacia el cielo, pero sin nada que se salga de lo normal.

En su interior me dirijo al ábside rodeado por  unas hermosas vidrieras. Y descubro que se puede acceder al centro del mismo y de pronto soy consciente de mi soledad y de estar  rodeada de unas maravillosas vidrieras y giro sobre mí misma y me siento en el centro de un gigantesco caleidoscopio donde cristales de colores me prestan su magia para irme de este lugar  y trasladarme por breves instantes a la Sainte Chapelle de París –aunque aquí las vidrieras no llegan al suelo-. Giro despacio, muy despacio, sin dejar de mirar hacia arriba, de sentirme maravillada, de disfrutar de este momento único en soledad…Creo que perdí algo la noción del tiempo y del espacio.

Me resultaron espectaculares, muy hermosas y, posiblemente, visto ahora con la distancia, no lo fueran tanto, pero el simple hecho de sentirme en un centro e luz y color, sola,  protagonista de algo único, pudo amplificar estas sensaciones. Pero si esta belleza es real o no, no tiene importancia. La belleza está en los ojos del que la ve, y los míos la encontraron en ese preciso momento, y lo que es mejor, lo disfruté. Pero además, esta misma sensación la tuvo Angel cuando en su turno también lo pudo contemplar en soledad.

Regresamos de nuevo a la autocaravana y decidimos dirigirnos a Chatenoi a un área, pero una vez allí la encontramos ocupada con la fiesta nacional, así que pusimos rumbo  Blienschwiller, a donde estamos ahora (48.342107; 7.422700), pequeña localidad vitivinícola.

La noche ya se ha cerrado y oímos los grillos únicamente. Silencio casi total y tan solo pasan veinticinco minutos de las diez. El sueño me vence... mañana será otro día

15 julio domingo.

El viaje en el tiempo

Blienschwiller-Kientzheim-Kaiseberg-Riquewihr-Bergheim

Pernocta: camping a la “ferme” en Bergheim (48.202132; 7.368651)

A las 6 de la mañana llovía como si no lo hubiera hecho nunca. Angel ha salido a comprobar el cable de la luz ya que por el agua podía provocar un corto...incluso en la vivienda. Pero estaba protegido. 

Yo he conseguido dormirme, pero curiosamente me he vuelto a despertar cuando ha cesado el ruido del golpeteo de la lluvia en la autocaravana. Y es que tengo que reconocer que es uno de los sonidos más reconfortantes que siento: mientras que estoy acompañada y bien calentita en la cama. Me siento protegida, como si nada malo pudiera sucederme y lo que ocurre en el exterior me resultara ajeno.

Nos hemos levantado tarde, a las 8,30 y nos hemos dado una buena ducha, desayunado, cargado y descargado aguas y después de despedirnos de nuestros anfitriones viticultores,  hemos partido rumbo a Kientzheim que he confundido con Kintzheim, junto a Selestat (la única diferencia en ambos nombres está en UNA vocal, la “E”, que aparece en la primera y que no está en la segunda…tardé en notarlo).Así por esta confusión, hemos  avanzado hacia el sur dejando atrás ciudades que deberíamos haber visto antes junto a Selestat. Pero una vez que estamos aquí tomamos la decisión de visitarla alterando el recorrido previsto.
La primera mención de esta pequeña ciudad se remonta al siglo VIII  y desde entonces su riqueza proviene del vino. Dejamos aparcada la autocaravana en un pequeño aparcamiento y atravesamos la muralla por una de sus puertas para internarnos por tranquilas calles empedradas a cuyos lados se alzan pequeñas casas típicas alsacianas. En realidad se puede decir que hay una única calle que por la Puerta Lalli nos saca de la ciudad. Esta puerta fortificada del XV tiene por el lado exterior la peculiaridad de tener en su parte superior una figura de piedra que representa una máscara que hace muecas y tira de una lengua de metal que podría ser para burlar a los atacantes de la ciudad.

Regresamos de nuevo al interior para asomarnos a nuestra izquierda al castillo Schwendi del que podemos admirar unos bonitos jardines y una sólida construcción, con más bodegas. Aunque muy pequeña, esta localidad tiene rincones hermosos y solo por disfrutar de un tranquilo paseo sin ver sus calles atestadas de turistas, merece ya una parada







Luego ponemos rumbo a la cercana Kayseberg, a unos 5 km y con área para autocaravanas, sin sombra y sobre tierra. 14 euros noche.

Ciudad bella donde las haya. Tiene poca población (no más de 3.000 habitantes) y al parecer esa poca población se ha mantenido por siglos para permitir preservar el aspecto de la ciudad. Paseamos por lo que es la principal arteria de la ciudad y vamos desgranando a izquierda y derecha casitas bajas de tejados pronunciados con las fachadas entramadas y de vivos colores. Casi al final nos encontramos con el río Weiss que atraviesa el pueblo y recorre el valle y que añade más encanto al que ya de por sí tiene.

Y este ha sido uno de los pueblos que más nos han gustado. Se autodescribe como la villa más bonita del mundo y pese a ser un poco exagerados, no les falta algo de razón.  Destacan especialmente algunos rincones como el que está en la plazuela junto a la iglesia y la fuente del emperador Constantino, quizás el más hermoso,  y  otros junto al puente fortificado, a ambos lados del río.





Tiene además un castillo medieval del que solo se distinguen ya sus ruinas y que por su ubicación sobre una colina lo convierten en un espléndido mirador desde donde poder observar la belleza del pueblo y del valle lleno de viñedos hasta donde alcanza la vista. Pero …el cielo amenazaba lluvia, así que decidimos dedicar nuestro tiempo a pasear por sus adoquinadas calles absorbiendo toda la belleza que fuéramos capaces.

De regreso dedicamos unos minutos a la Iglesia de la Santa Cruz y la fuente del emperador Constantino. La iglesia, gótica pero de origen románico, alberga un hermoso retablo de madera en forma de tríptico con todas las escenas de la pasión de Cristo.









Ahora ya ponemos rumbo a Riquewihr.  Pero antes nos detenemos a comer y a descansar en un aparcamiento junto a la carretera.

Circular por estas carreteras a veces resulta complicado. Son un laberinto que mezcla carreteras locales con otras que creemos que son para que circulen tractores por los viñedos. El navegador se empeña una y otra vez en llevarnos por andurriales imposibles  o por carreteras que son solo para bicicletas y otras nos encontramos directamente con una prohibición de circulación

Ya en Riquewihr tenemos problemas para aparcar. El estacionamiento que encontramos habilitado para nuestros vehículos nos resulta muy caro  (10€, 3 horas) así es que decidimos dejarla en la misma calle junto a una autocaravana lituana aunque luego vemos que no está permitido. Llegamos unos cinco minutos después de que empezara la final del mundial de futbol que enfrentaba a Croacia y a Francia.

Y esta circunstancia ha hecho que paseáramos por ella casi solos, acompañados por algunos a los que el futbol les importa lo que a nosotros. El resto, se acumula en plazoletas o bares para seguir el partido.

Entramos en la ciudad por la puerta contraria a la de la torre Dolder a la que se abre la rue de general De Gaule. Esta ciudad fortificada rodeada de viñas es una auténtica joya. Una vez más abundan las casas de colores con entramado, las fachadas con viejos y a veces, ingeniosos rótulos, ventanas y balcones con saledizas y las siempre presentes flores multicolores y plantas trepadoras que suman su colorido al de las fachadas, contrastando también con ellas.

Y ahora es Riquewihr el que dicen que es considerado el pueblo más bello de Alsacia por muchos de los turistas que visitan esta región de Francia. Y hasta ahora, así lo ha sido, aunque tengo que anticiparme casi al final del relato y decir que para mi esta belleza es también compartida por Eguisheim, si no superada por él. Pero ya llegará el momento de describir este otro mágico lugar. 

Ascendemos suavemente por la empedrada calle a cuyos lados se alzan  ordenadas y limpias las casitas de colores añiles, rosados, mostazas…con sus flores delicadas y el contraste de las vigas de madera. La mayoría en sus bajos tienen comercios donde exponen productos para los turistas. Y caminamos con un cielo amenazando lluvia, al igual que esta mañana en Kaisesberg.

Caminar por Riquewhir es viajar en el tiempo, regresar al siglo XVI cuando este pueblo fortificado a tan solo 10 km de Colmar prosperaba gracias al comercio del vino. El tiempo se detiene aquí y nuestros ojos van ansiosos de un sitio a otro, intentando atrapar la belleza y la magia del momento únicamente roto por el sonido de alguna trompeta que anuncia uno de los goles que mete Francia. Pero todo muy comedido, como si fueran alemanes de sangre fría en vez de mediterráneos de sangre más caliente. Sus habitantes tan impecables como el lugar. A juego.

Subiendo por esta calle nos encontramos con la Torre Dolder, torre de vigilancia de 25 metros construida durante la fortificación de la ciudad que se realizó en el siglo XIII. Tiene además un reloj y una campana. La torre tiene dos caras: la fachada exterior que muestra un aspecto serio, amenazante y bélico, y la fachada interior  que tiene un aspecto agradable y alineado con las casas de entramado de madera y llenas de flores que predominan en toda la villa.

Descendemos tranquilamente observando esta calle desde otro punto de vista, con sus edificios viejos, sus plantas colgando de los balcones, sus fachadas o puertas decoradas con un gusto exquisito. Y también me dejo atraer por rincones en callejucas perpendiculares para descubrir rincones, ni más ni menos bellos, sencillamente distintos y peculiares. Cada rincón es único y especial y me siento embriagada por todo lo que me rodea.

Empieza a llover, al principio de forma tímida para arreciar un poco después. Terminamos donde empezamos, cinco minutos después de las dieciocho horas junto a un grupo de franceses que disfrutan del partido  sentados en bancos y mesas frente a  dos pantallas de televisión








Y ponemos rumbo ya a buscar un area en Riveaubille.

Una vez allí y  antes de llegar al sitio marcado -junto a la piscina en el sitio de los “tres castillos”- vemos un grupo de autocaravanas en un estacionamiento entre dos calles. No me gusta y continuamos hacia nuestro destino, pero una vez allí nos encontramos con un aparcamiento asfaltado y vacío. Pese a que Angel dice que esperemos a que termine el partido a ver si viene alguien, no me convence. Y regresamos al anterior, pero no tenemos espacio por lo que decidimos dirigirnos a Bergheim donde tengo seleccionados dos “camping a la ferme” entre 8 y 12 euros.

Pero llegar se convierte en una misión complicada ya que una vez en Bergheim nos topamos con un arco de 2,80 m de altura que según el navegador tenemos que atravesar. Tenemos 2,70. No nos arriesgamos  y el problema ahora era disuadir al navegador de que una y otra vez nos dijera que diéramos la vuelta para llegar al mismo punto, al arco de 2,80. Decidimos alejarnos hasta que el “tomtorróm” encontrara otro camino y todo se complica con carreteritas que salen entre los viñedos y prohibiciones de circulación. Seguimos alejándonos más hasta que al final entramos en  la autovía para salirnos en pocos kilómetros. Ahora sí parece que lo hemos conseguido.

Ya Bergheim pasamos del  primer camping a la ferme y vamos al segundo, donde estamos ahora (48.202132; 7.368651). En realidad debería de llamarse “camping al chalet con jardín trasero”  (camping à l'arrière-cour  o camping to the backyard) ya que es un trozo alargado de huerto con frutales pero no muy ancho. Nuestra autocaravana de 6 metros entra con cuidado, aunque la que tenemos al lado es más grande y ahí está. 8,70 euros, mejor precio que muchas áreas y estamos rodeados de viñas, aunque no de forma tan extensa como ayer.

Son las 20,15horas y parece que los franceses, que han ganado el mundial, se tranquilizan aunque pasa algún que otro coche tocando el claxon.  Por el oeste se acercan nubarrones grises que amenazan lluvia y la temperatura ha bajado. No sé si podremos cenar en el exterior, pero por ahora, disfrutaremos del tiempo que tengamos.






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