18 de julio, Miercoles.
Turkheim-Eguisheim-Colmar
Pernocta: área de autocaravanas de Colmar (48.080443; 7.374543)
Tras desayunar y acordar donde encontrarnos en Colmar, partimos hacia
Eguisheim dejando la autocaravana donde ellos nos indicaron, junto al
cementerio ya que el que figuraba para nuestros vehículos estaba en obras.
Y con poca gente, quizás por la
hora, comenzamos nuestro paseo por la que, a mi juicio, resultó ser la mejor de
todas las poblaciones alsacianas visitadas, aunque Kaiseberg y Rikewihr la
siguen muy de cerca.
Y es que esta ciudad tiene el
encanto de lo pequeño, recogido, lo sencillo, lo popular. De alguien leo una
frase que la describe muy bien: “EGUISHEIM TIENE ALMA DE PUEBLO”.Entramos por lo que parece ser la calle principal descubriendo una
impresionante fuente a nuestra izquierda rodeada de un conjunto de hermosas
casas.
Un poco después, a nuestra
izquierda también, se abre una estrecha calle empedrada en la que a ambos lados
se alzan pequeñas viviendas de colores vivos, de entramados, con flores en los
balcones, parras u otras plantas trepadoras
que embellecen aún más sus fachadas.
Y a escasos metros esta
callejuela se abre en dos y en medio encontramos la casa quizás más
fotografiada de esta ciudad denominada la pigeonnier
Avanzamos subyugados por la
belleza y tranquilidad del momento aunque no faltaba gente paseando.
Calles
adoquinadas, estrechas, donde se suceden hermosas casas, tejados rojizos, torres de arenisca, fuentes, comercios,
plantas, colores, y olores, porque
Eguisheim huele,...una delicia que me
hace dudar de si se trata de la ilustración de alguna aldea idílica más que de un sitio real.
Esta población conserva la
antigua estructura de la ciudad amurallada y sus calles están dispuestas de
manera concéntrica, siguiendo el modelo de la antigua fortificación, así que subyugados
por la belleza y armonía que nos rodea, vamos dibujando un círculo exterior hasta desembocar en la
plaza del castillo donde disfrutamos de un hermoso conjunto formado por el
castillo, la capilla, una fuente, la de
Saint-Léon, dedicada al Papa León IX nacido allí, y casas abiertas a
este gran espacio central.
Un conjunto de los más bonitos que hemos visto y que la cámara solo puede abarcar utilizando la fotografía panorámica del teléfono móvil.
Un conjunto de los más bonitos que hemos visto y que la cámara solo puede abarcar utilizando la fotografía panorámica del teléfono móvil.
Pese a llevar días ya disfrutando de este tipo de arquitectura muy similar en todos los sitios, no me canso de verla, pero aquí en particular, es todo un derroche. Parece que todo aquello que consigue componer rincones especialmente bellos se ha combinado aquí magistralmente para dar lugar a hermosas estampas, una tras otra que se suceden según avanzamos dando como resultado uno de los lugares más hermosos, no solo de Alsacia, sino de lo poco que conocemos de Francia.
Y con nuestros ojos embriagados, regresamos
sobre nuestros pasos para poner rumbo ahora Colmar, a su area de autocaravanas
junto al puerto.
Ya habíamos recibido la llamada de nuestros amigos que se habían instalado debajo de un árbol que les regalaba su sombra, así que les dije que pusieran su mesa y sillas en la parcela de al lado...a ver si colaba.
Ya habíamos recibido la llamada de nuestros amigos que se habían instalado debajo de un árbol que les regalaba su sombra, así que les dije que pusieran su mesa y sillas en la parcela de al lado...a ver si colaba.
Y coló porque cuando llegamos,
sin problemas, nuestra parcela también estaba regada con la sombra del mismo
árbol. Ellos no estaban, así que retiramos sus sillas y nos metimos todo lo
debajo del árbol que pudimos en busca de su cobijo y en sentido contrario para
que ambas puertas coincidieran y pudiéramos compartir el mismo espacio.
El área, en el puerto, es
estupenda y con muchas plazas, aunque con sombra, no tantas. Más bien escasea y
el sol y el calor que está haciendo estos días hacen que los espacios
sombreados sean muy demandados. Está parcelada y dispone de todos los
servicios, incluso duchas que cierran a las cinco de la tarde. Y por la noche
se cierra el acceso, de vehículos y peatonal, aunque esta vez, sí que nos
facilitan el código numérico.
Después de instalarnos nosotros decidimos
ir a dar una breve vuelta por la ciudad y Jesús y Angeles se quedaron
disfrutando de la sombra y de unas buenas cervezas. Partimos quince minutos
después de la una acordando que comeríamos a las 14,30 si llegábamos, y si no, que lo
hicieran ellos.
Veinte minutos después de dejar
el área nos encontramos andando ya por el centro histórico de la ciudad.
Y fuimos de menos a más.
Sorteando gente, mucha, llegamos al Koïfhus (la Antigua Aduana) que del siglo XV es el edificio público más antiguo de la ciudad. En su época, desempeñó un papel destacado en la vida económica de Colmar, servía para el depósito y el tránsito de todas las mercancías importadas en Colmar, siendo el corazón económico de la antigua ciudad. En su planta inferior se almacenaba la mercancía sujeta al impuesto municipal y en la alta se encontraban los servicios administrativos y el tribunal.
Sorteando gente, mucha, llegamos al Koïfhus (la Antigua Aduana) que del siglo XV es el edificio público más antiguo de la ciudad. En su época, desempeñó un papel destacado en la vida económica de Colmar, servía para el depósito y el tránsito de todas las mercancías importadas en Colmar, siendo el corazón económico de la antigua ciudad. En su planta inferior se almacenaba la mercancía sujeta al impuesto municipal y en la alta se encontraban los servicios administrativos y el tribunal.
De allí seguimos nuestro paseo
hasta el mercado cubierto en cuyo interior se vendían todo tipo de productos
alimenticios. El mercado está ya junto a un pequeño canal, que aquí aparece
tímidamente, y comenzamos a disfrutar de una de los barrios más bonitos de
Colmar el barrio de los Curtidores, cuyas restauraciones no han mermado
su autenticidad. Aquí las casas de entramado de madera son estrechas y altas,
pues el granero era indispensable para el secado de las pieles
Continuamos disfrutando de
hermosas estampas y de gente, mucha gente. El encantador casco antiguo de la
ciudad ha sido maravillosamente
preservado. Las venerables y pintorescas casas alsacianas se suceden unas a
otras: balcones floridos, torretas en voladizo, miradores y entramados de
madera.
Y ensimismados y algo mareados
entre casas, colores, flores, gente, calor, sol….llegamos al lugar más conocido
y fotogénico de esta ciudad, la
Petite Venise, una zona cruzada por varios canales a cuyos márgenes se
alzan los muros coloridos y decorados de entramados de numerosas viviendas que
reflejan su imagen en el agua duplicando la belleza de la estampa. Atraídos por el agua y el color, nos
asomábamos a los canales por los
floridos puentes que los atravesaban.
Ciudad hermosa donde las
haya, elegante y armoniosa, llena de
vida, pero…con mucha gente.
Parecemos todos ansiosos de ver y de disfrutar de cosas bellas y acudimos en masa allí donde nos dicen que hay algo bonito. Y con nuestra presencia modificamos la belleza que admiramos. Y en mi caso, resta.
De aquí por calles ya menos
transitadas por los turistas, nos acercamos a la famosa Maison Pfister,
símbolo de la ciudad, con su esbelta torre con escaleras, su fachada con varios
niveles de galerías y su balcón de madera. Del siglo XVI es un edificio
medieval de estilo gótico, adornado con los retratos de varios emperadores y mandada construir por
Louis Pfister, un adinerado empresario que, por lo visto, tenía el dinero por castigo.
Junto a ella la Casa Adolph,
de la segunda mitad del siglo XIV y un
poco más adelante la Plaza de la Catedral, donde se encuentra la iglesia
colegial de San Martín, un templo del XIV del que destacan las esculturas
de los pórticos y las vidrieras que dan una luminosidad muy particular al
interior. Y, curiosa imagen aquí donde un grupo de turistas chinos se
apelotonaban para fotografiar la catedral. Y es que son una plaga. Llegan a
todos los rincones.
Y las dos de la tarde nos sorprenden, así que a falta de ver la casa de las cabezas, uno de los edificios más característicos de esta ciudad, decidimos regresar para compartir la comida con nuestros amigos así como una deliciosa tertulia y un merecido descanso que se prolongó hasta las siete de la tarde en que regresaríamos a la ciudad para verla con otra luz, la del atardecer y con el comienzo ya de la de las farolas. Y si encontrábamos un sitio donde cenar algo especial, también lo haríamos.
Y las dos de la tarde nos sorprenden, así que a falta de ver la casa de las cabezas, uno de los edificios más característicos de esta ciudad, decidimos regresar para compartir la comida con nuestros amigos así como una deliciosa tertulia y un merecido descanso que se prolongó hasta las siete de la tarde en que regresaríamos a la ciudad para verla con otra luz, la del atardecer y con el comienzo ya de la de las farolas. Y si encontrábamos un sitio donde cenar algo especial, también lo haríamos.
La Casa de las cabezas o
Maison des Têtes y que precisamente
está en la Rue des Têtes, es llamada así por tener mas de un centenar de
cabezas gesticulantes y máscaras grotescas decorando su fachada. Data del XVII
y evoca la “edad de oro” de los
comerciantes mostrando la riqueza de la burguesía comerciante de la ciudad.
Paseamos después de nuevo hacia el barrio de los curtidores y
pescadores y hacia la pequeña Venecia por calles que ahora estaban con mucha
menos gente a la vez que buscábamos algún sitio donde poder cenar. Pero lo
encontramos cuando estábamos ya de regreso ya que “nuestras horas” no coinciden
con las suyas y en algunos sitios ya habían acabado con las cenas.
Una terracilla agradable en la que degustamos tres tartas flambeadas que son como pizzas pero con la masa más fina y muy crujiente y sobre las que pueden poner varias cosas, como en las pizzas y que regamos con unas cervezas. Repartimos entre todos las tartes y después, siguiendo con nuestro regreso y cuando ya la luz empezaba a decaer, no conseguí resistirme y volví a pecar…con otro helado. Y si bien el que me tomé en Estrasburgo el primer día, era, más bien vulgar, este de Colmar,de nueces, terminando ya nuestro viaje, era exquisito.
Una terracilla agradable en la que degustamos tres tartas flambeadas que son como pizzas pero con la masa más fina y muy crujiente y sobre las que pueden poner varias cosas, como en las pizzas y que regamos con unas cervezas. Repartimos entre todos las tartes y después, siguiendo con nuestro regreso y cuando ya la luz empezaba a decaer, no conseguí resistirme y volví a pecar…con otro helado. Y si bien el que me tomé en Estrasburgo el primer día, era, más bien vulgar, este de Colmar,de nueces, terminando ya nuestro viaje, era exquisito.
Un español nos oye hablar con el
vendedor de helados y se ofrece a ayudarnos. Nos dijo que era de Leon y que
vivía en Colmar. Y yo, pues soy débil, que lo voy a hacer, y la curiosidad me vence
(a veces me consuelo diciéndome que dicen que la curiosidad es un signo de inteligencia).
Respondiendo a mis preguntas, me dijo que era un galerista que trabajaba
directamente con los artistas, fueran pintores o escultores, principalmente
franceses. Me fascinan estas profesiones que se salen de lo habitual y que son
tan desconocidas para mí, así que después del interrogatorio, regresamos a
nuestra casita.
Y una vez allí, me di una breve
ducha para quitarme el calor de encima disfrutando después junto con Jesús de
un rato al fresco de la noche y en silencio ya que todos los vecinos parecían
dormir. Hasta quince minutos después de las once, en que decidimos sumarnos
también a los demás.
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